“Así como Olofi-Jesucristo, no hay un solo altar sin una luz por ti”.
Cabalgando con Fidel, canción de Raúl Torres
Algo divino debe haber protegido a Fidel durante toda su
vida. Unos dicen que fue obra de Lina, su madre, fiel reverente de la
Virgen de la Caridad del Cobre; otros que fue la estampa de la patrona
de Cuba regalada por una niña santiaguera; y varios, que fueron los
santos de la religión yoruba.Cabalgando con Fidel, canción de Raúl Torres
Lo cierto es que algo divino debe haber protegido a Fidel durante su toda vida. La forma en que burló el tiempo y el odio; el amor que le profesaron en todo el mundo; el carisma y la empatía que sintieron por él “apolíticos” devotos de varias religiones y creencias; arroja una sospecha de cuánto estaba protegido aquel hombre en cuyo hombro se posaron palomas blancas en más de una ocasión.
Precisamente ese gesto de las aves, según la regla de Osha-Ifá, es un símbolo de los elegidos: “dentro de la santería existe un Patakí que explica cómo los grandes sacerdotes de la religión santera serán aquellos que Olofi escoge, mandando a una paloma a posarse sobre el hombro izquierdo”. Y sea casualidad o no, puede decirse que Fidel fue el Elegido, al menos de la historia.
Su vinculación con las religiones siempre fue un misterio, nunca supimos cuál profesó realmente, si bien es cierto que en los primeros años de la Revolución eran vistas con más recelo —según él mismo confesaría a Frei Betto en su libro Fidel y la Religión—, con el trascurso de los años el gobierno revolucionario convivió tranquilamente con ellas y reconoció los puntos comunes de su vida con los mandamientos y comportamientos de varias de aquellas.
Pero no hacía falta que él creyera en religión alguna, cuando muchos practicantes creían en él, oraban por él, pedían por él, realizaban sacrificios por él, y ahora en el mundo de los espíritus, seguramente en más de una lo invocarán.
Como diría un colega habanero: “Cual elegguá, Fidel abre los caminos”. A eso se dedicó toda su vida, aunque por voluntad propia no quiera ser venerado en estampas, ni estatuas, mausoleos o templos.
Se convirtió en el santo patrón de Cuba, sin saberlo. Y tal vez quizás por casualidad o no, se fue a descansar eternamente bajo la mirada de la Virgen del Cobre, Patrona de todos los cubanos. Esa misma a la cual su madre Lina le pedía constantemente que lo protegiera.
Su nombre, para más profecía, es sinónimo de fidelidad, y no caben dudas que fue fiel a su pueblo, y ahora serán muchos más sus fieles.
Un joven entrevistado por la televisión nacional terminaría su intervención con: “Maferefún Fidel Castro”, que no es más que la bendición a Fidel.
Mientras, Zaide Romero, de 47 años, declararía al New York Times: “Nosotros lo amamos tanto que Fidel no va a descansar como espíritu porque mucha gente lo va a llamar y clamará por su presencia. Ya varios amigos míos me dijeron que lo van a incorporar a la Moyumba”, dice. Luego explica que “moyumbar” el espíritu del mandatario significa que lo invocarán al inicio de las ceremonias santeras.
“Nosotros sabemos que, aunque no lo practicó, Fidel se inició en la santería. Mis ancestros me han dicho que era hijo de Yemayá y los cubanos creemos que era hijo de Obbatalá. Por eso era tan poderoso, próspero y será una presencia permanente entre nosotros”.
Varias iglesias a lo largo del país hicieron repicar sus campanas por el Comandante, y para más bendición, bajo su mirada Cuba se convirtió en la única nación del hemisferio occidental —junto a Brasil— visitado por los tres últimos pontífices católicos.
Este domingo 4 de diciembre fue inhumado en plena celebración por Changó el orisha guerrero de los truenos, los rayos, la justicia, la virilidad, la danza y el fuego. Seguramente en Palmira, lugar donde está el único templo a Santa Bárbara, virgen católica sincretizada en ese dios yoruba, muchos de los tambores también sonaron para él, para abrirle los caminos a su espíritu.
Y se irá entonces de rojo y negro, los colores de tal deidad, coincidentemente con los colores de la bandera del Movimiento 26 de Julio.
Aunque muchas de estas afirmaciones sobre la vinculación de Fidel con las religiones son puras especulaciones del imaginario popular, lo cierto es algo divino debe haber protegido a Fidel durante toda su vida. Algo divino tan poderoso como el amor que le profesará siempre su pueblo. Casualidad o no, leyenda o no, Cuba lo escogió como su líder y lo venera inevitablemente como quien nos abrió el camino. No caben dudas entonces: Fidel es un elegguá.
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