Por: Geobanys Valle
Fecha: 27 de abril del 2017
Como realidad se impone en la Cuba actual el
culto masivo que a la Virgen de la Caridad del Cobre se le rinde, siendo esta una
advocación mariana que une a los cubanos como ninguna otra cosa parece ser
capaz de hacerlo. Las diferencias políticas se desdibujan ante ella que es
adorada con fervor en la isla, donde no sólo los católicos la veneran, sino los
practicantes de religiones cubanas de origen africano. Hoy
es común ver en las Iglesias católicas a personas que usan los collares y otros
símbolos de la santería, como producto del sincretismo religioso expresado
entre el catolicismo y la santería.
Aunque en Cuba se le rinde culto a otras
advocaciones de la virgen, sincretizadas con orishas de la Regla de Osha, como
la Virgen de las Mercedes (Obatalá Oshanlá) o la Virgen de Regla (Yemayá), si
algo hace que esta isla caribeña sea diferente con relación a otras naciones es
que en Cuba se le rinde culto masivo a una sola virgen: la de la Caridad de
Cobre.
La devoción cristiana más extendida en
nuestro país coincide con el culto a Nuestra Señora de la Caridad, erigida como
Patrona de Cuba, que constituye el mejor y más evidente símbolo de cubanía, a
decir por la destacada doctora O. Portuondo Zúñiga (2014). Incluso, el
presidente cubano, Raúl Castro Ruz, tiene una estatua de la Virgen de la Caridad
en su oficina, que sería un regalo para el Papa Benedicto XVI cuando estuvo en
la isla en 2012, pero decidió mandar a hacer una réplica para regalarle.
Cuentan las crónicas que en los albores del
siglo XVII, en una pequeña canoa navegaban tres obreros en busca de sal,
quienes surcaban las aguas de la oriental y norteña Bahía de Nipe, cuando
vieron flotar, entre la espuma de las suaves olas, un pequeño bulto blanquecino
que se asemejaba con un ave. El día comenzaba a clarear y entonces remaron a su
encuentro. Las vestiduras de la imagen encontrada estaban secas a pesar de
navegar sobre una débil tablilla, en la cual unas grandes letras decían: “Yo
soy la Virgen de la Caridad”.
La llegada a esta tierra de esa imagen de la
Virgen de la Caridad transformó para siempre la idiosincrasia de los nacidos en
ella, y en la actualidad quienes la veneran mantienen una fe que trasciende la
lógica de la razón. Desde entonces es reverenciada por los católicos y adorada
por los arrancados de África y sus descendientes, que ven en ella a Oshún,
diosa del amor y el dinero y dueña de las aguas dulces.
Luego
del hallazgo, la Virgen fue trasladada al Hato de Barajagua, y tres años más
tarde, ante la preocupación por las continuas desapariciones de la imagen,
sería llevada al poblado Real de Minas, ahora conocido como El Cobre, en las
minas de Santiago del Prado, a solo 19 kilómetros de la villa de Santiago de
Cuba. Con vida gracias a una de las mayores vetas de cobre a cielo abierto de
América, la nueva sede sería la definitiva, según la tradición, por elección de
la propia Virgen. Al borde de la mina, los mineros levantaron el primer
santuario, en el mismo sitio donde hoy se encuentra la iglesia que conserva la
imagen de quien desde entonces es depositaria de las plegarias de millones de
cubanos.
Varias son las transformaciones que desde
entonces ha sufrido el inmueble hasta convertirse en el actual Santuario y
Basílica de Nuestra Señora de la Caridad. Cachita, como popularmente se le
conoce, ha sido glorificada por encarnar los valores sagrados de una nación que
se forjó en el contraste entre la sal del sudor y el azúcar de la caña, la
sangre de sus mártires y la esperanza de un futuro luminoso para sus hijos.
La imagen de la Caridad del Cobre está
vinculada a la historia patria, amparó a los mineros en sus reiteradas
rebeliones y se convirtió en Mambisa cuando protegió a sus hijos en el campo de
batalla durante el empeño de la construcción de patria libre y soberana del
yugo colonial español (Valdés Sierra, 2013).
Carlos Manuel de Céspedes, en noviembre de
1868, cuando visitó el poblado del Cobre fue a presentar sus armas a la señora
de la Caridad y a poner bajo sus pies la lucha encabezada por él, para lograr la
independencia del pueblo cubano. Céspedes, cuya obra poética ha sido
insuficientemente estudiada y reconocida, enarboló la bandera de la libertad,
que fue confeccionada con la tela del dosel que tenía la imagen de la Virgen en
su hogar de Bayamo. Terminada la guerra de Independencia, el 12 de agosto de
1898, el General Calixto García mandó a su estado mayor al Cobre para celebrar
el triunfo de Cuba sobre España, con una misa solemne y un Te Deum de acción de
gracias a la virgencita.
Quizás todas estas acciones hayan motivado a los
Veteranos de la Guerra de Independencia, aunados por los mayores generales como
Rabí y Agustín Cebreco, para que en 1915 escribieran a su Santidad el Papa
Benedicto XV pidiendo que la Virgen de la Caridad fuera proclamada Patrona de
Cuba. El
ruego fue contestado en años del pontificado de Pío XI con la coronación
canónica de la Virgen en 1936 por Monseñor Valentín Zubizarreta, entonces
obispo de Santiago de Cuba, y luego fue coronada personalmente por el papa San
Juan Pablo II el 24 de enero de 1998, en visita a nuestra isla.
La cultura cubana, suma y reflejo del etnos
popular, se halla permeada del culto a la Virgen de la Caridad, donde se puede
encontrar que extenso ha sido el catálogo e incontables las muestras u obras
dedicadas a la Madre espiritual del pueblo cubano. En la literatura, y en especial
en el terreno de la poesía, encontramos la décima, que ha servido de vehículo
ideal para homenajear la figura de nuestra Patrona. (Orpí Galí, 2013).
De gran lirismo son las estrofas de 10 versos
que se dedicaran por el decimista mayor cubano: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
(el Cucalambé) a la Virgencita del Cobre. El escritor y periodista Hilarión
Cabrisas en su “Brevario de mi vida inútil”, publicado en 1932, incluyó la
Plegaria del Peregrino absurdo, una oración a la virgen. En 1943 el poeta Emilio
Ballagas publica “Nuestra Señora del mar”, un cuaderno inspirado en esta
hermosa virgen aparecida a unos pescadores. En la célebre radionovela
“El derecho de nacer”, el personaje Mamá Dolores acostumbra a invocar a la
virgen. E incluso, Félix B. Caignet en una entrevista que le hiciera al Premio
Nacional de Literatura Reynaldo González, en 1976, afirmó: “la Virgen de la Caridad a mí me simpatiza
mucho (…) es para mí la bandera de Cuba, a la que se reza” (González, R.,
2007, p. 242), y en esta frase se observa que le otorga a la virgen un especial
sentido identitario, relacionando su cosmogonía con el más puro sentido de la
fe.
El prestigioso escritor y guionista de cine
Senel Paz, en su novela “En el cielo con diamantes”, refiere en uno de sus
capítulos una experiencia místico- auditiva de uno de sus personajes, “cuando iba bajando la escalera, escuché tras
de mí una especie de aleteo o murmullo y noté que las paredes se teñían de
amarillo. Comprendí que la Virgen de la Caridad del Cobre me iba hablar, y me
detuve. Es lo que debe hacerse en estos casos, quedarse uno quieto, no mirar a
los lados y prestar atención.” (Paz, S., 2007, p. 73). Posteriormente,
Senel coloca a la Patrona entre la multitud onírica de personajes que desfilan
ante el protagonista (todo como símbolo de lo cubano en el mundo artístico-
literario).
Investigaciones y ensayos se han publicado
también sobre la Virgen, como el libro de Olga Portuondo Zúñiga, “La virgen de
la Caridad del Cobre. Símbolo de cubanía” (1995), al igual que “La Virgen de la
Caridad del Cobre: Historia y etnografía” obra de Don Fernando Ortiz; y Emilio
Cueto fue el autor del libro “La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del
pueblo cubano” (2014).
En la música existen igualmente testimonios
palpables del amor por ella de compositores y cantantes. Uno de los temas
más populares es “Veneración”, atribuido a la autoría de Miguel Matamoros, que
dice en su estribillo “Yo no quiero
flores, yo no quiero estampas, lo que quiero es Virgen de la Caridad”. En
1932 Gonzalo Roig estrenó en el Teatro Martí la comedia lírica Cecilia Valdés, donde alude en varias
ocasiones a la virgencita. En la década del 1930, con música de Alejandro
García Caturla y libreto de Alejo Carpentier, aparece la ópera bufa “Manita en
el suelo” en la que la Virgen con los personajes forman parte de la trama. Argeliers
León grabó con la orquesta de Camagüey el poema sinfónico “Sonata de la Virgen
del Cobre”; y otros importantes músicos no se quedaron atrás al dedicarle su
tributo, como sucedió con Luis Casas Romero, el inmortal Ernesto Lecuona y
hasta Sindo Garay, que escribieron para ella.
Entre las miles de ofrendas que conserva el
Santuario del Cobre hay una bandera cubana que ondeó en la guerra de
independencia de 1895 y grados militares que resumen la historia del país: unos
pertenecieron a los mambises, otros a los rebeldes que derrocaron la tiranía
batistiana liderados por Fidel Castro; y en un ala del templo se muestran
ofrendas antiguas y recientes, como joyas, trofeos deportivos, tierra y piedras
traídas de lugares como Irak, el muro de Berlín, Japón, Belén; aunque se dice
que la ofrenda más famosa a la Virgen de la Caridad es la medalla del premio
Nobel de Literatura que el escritor estadounidense Ernest Hemingway ganó en
1954.
La devoción en la Virgen de la Caridad es un
elemento consustancial que define nuestra identidad como pueblo cubano. Un
componente de la nacionalidad, como la palma, el escudo, la bandera, que son
los símbolos de la patria. Ella entraña un símbolo de la fe, capaz de hacernos
distinguir como nación.
El sincretismo religioso, como complejo
entramado de confluencias, hizo que la santería cubana asocie a la Caridad con
Oshún, una deidad del culto yoruba, lo que hace que muchos confundan y
complementen los atributos de una y otra a la hora de los rezos y ofrendas.
Aunque en esencia se reconoce que ambas son una, a pesar de las marcadas
diferencias entre una y otra.
Oshún posee las virtudes más apreciadas en la
mujer, pues ella es coqueta, bella, sensual, musical y hacendosa, considerada
como una Afrodita lucumí. Esta orisha es protectora de las
embarazadas y protege de las enfermedades del vientre, los genitales y la
sangre. Simboliza la maternidad, los partos, el amor maternal, la familia, la
patria, la casa, la cocina, las masas, las mujeres, los ríos, el sentimiento,
la imaginación, la inflexibilidad religiosa y encarna el
castigo implacable. Ochún es la patrona de Cuba, y el cubano tiene una fe muy
grande en ella, donde todo su entusiasmo se basa en esa deidad, la orisha que a
decir por el santero Remberto en entrevista concedida a Rosa M. de Lahaye
Guerra (2010) “es la que regala amor y
alegría a todos los cubanos, pero con cordura”.
El
amor de Ochún no es sólo pasional, pues hay un patakí sobre el amor de Ochún por sus adeptos que es digno de mención al respecto,
tanto por su ternura como por su
relación con las
aguas, cuando en su camino de Oshún Ibu Kolé salvó a la humanidad. Es
una de las divinidades del panteón yoruba más consideradas y admiradas en Cuba,
y una de las que inspira un mayor respeto.
Es indiscutible que el hecho de que se le
haya sincretizado con nuestra patrona católica de la Caridad del Cobre,
contribuye de forma decisiva a que sea muy venerada y querida por todos los
santeros y los cubanos en general. Oshún es la dueña del oro, del color
amarillo, del amor, y el que represente incluso a la patria y que caracterice
el prototipo etnológico de la mujer oriental, como la mulata bonita, sensual,
bullanguera, de festividad, unido a que la patrona de Cuba se le apareció a
tres pescadores en el mar, según la mitología del catolicismo, y Oshún representa
el río en la regla de Osha; se presentan
como razones que justifican la visión esencial que los antepasados en la religión
tuvieron entre la Virgen de la Caridad y ella, pues son elementos comunes entre
ambas que favorecieron su equiparación. Por otra parte, solo Oshún puede ir
hasta Olofin (Dios) para rogar por los humanos, y quizás la más cercana a Dios
es la Virgen como madre del Hijo de Hombre.
Ellas,
en sus vestidos católicos o en sus galas
afrocubanas, velan siempre por sus hijos, desde sus aguas dulces o sus templos.
Cuba le pertenece a sus vírgenes, y hay que reconocer incluso que esta isla tiene
forma de cocodrilo, y bien claro lo dice L. Cabrera en su libro “Los animales
en el folklore y la magia de Cuba”: “pertenecen los caimanes
a Yemayá y a Ochún. Son mensajeros de Olokun” (Cabrera, L. en
M. A. Gutiérrez, 2004, p. 213) Cada año católicos, santeros y hasta los
que no se apuntan a una u otra doctrina, pero «creen en lo suyo», salen en
procesión la víspera del 8 de septiembre, día de la Caridad en el santoral
católico; y hasta hay localidades como Matanzas donde más de una vez han
paseado a la virgencita por el río en la misma fecha en que los santeros «hijos
o simpatizantes de la Caridad del Cobre» le encienden velas o celebran tambores
dedicados a Oshún.
Rómulo Lachatañeré llegó a situar los puntos
de identidad entre estas dos religiones, y señala que Oshún, la dueña de Cuba,
y la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, ocupan un lugar importante en la
conciencia del cubano. Sobre el paralelismo entre Ochún y la Virgen de la
Caridad del Cobre, Fernando Ortiz se refiere en el prólogo al libro de Rómulo
Lachatañeré “¡Oh, mío Yemayá!”; donde apunta que “Ochún, que aquí en Cuba se catoliza con la advocación más popular de la
gran entidad femenina del santoral eclesiástico, la Virgen de la Caridad del
Cobre es, como Venus, la diosa de las aguas, del amor y la fecundidad, la que
fertiliza las tierras con su lluvia y hace nacer las cosechas” (Ortiz, F.
en R. Lachatañeré, 1938, p. XXI)
Para la cultura cubana Oshún también ha sido
un referente que ha servido de inspiración a muchísimos intelectuales y
artistas. En la literatura se pueden apreciar diferentes obras donde se les
dedican varias páginas o el contenido en general a esta deidad. Es el caso de
“Los Orishas en Cuba”, de Natalia Bolívar; “El Monte”, de Lydia Cabrera; “La
Diáspora africana en el Nuevo Mundo”, de José Luciano Franco; “Diálogos Imaginarios”,
de Rogelio Martínez Furé, “Yemayá y Oshún. Kariosha, lyalorichas y Olorichas”,
de Lydia Cabrera, entre otras más. Varios poetas como Rogelio Martínez Furé y
Nicolás Guillén han escrito poemas para ella, al igual que la escritora cubana
Zoe Valdés que le dedicó el poema “Yalodde”; el escritor Agustín Labrada
Aguilera le escribió la poesía “Bajo la sed de Oshún”; y Pura del Prado el
poema “Amarillo”.
Para ella escribió el autor de este artículo
el ulterior fragmento del poema “El nacimiento de Oshún”: En el monte, // donde viven los orishas, // ha nacido una Afrodita; //
que es criolla, africana, cubana.// Que será madre, // esposa, hermana.//
Reina, diosa, // amada. // Una mulata hermosa: // de las bellas digo// es la
más bella. (Valle Rojas, G., 2016)
Para el cine también se ha escrito guiones
donde se mencionan a esta orisha, siendo una de las películas más populares el
filme cubano “Miel para Oshún (2001)”, de Humberto Solás, escrita por Elia
Solás, Humberto Solás y Sergio Benvenuto.
En la música también se ha sentido su
presencia, donde Oshún ha sido cantada y homenajeada por notables músicos
cubanos y extranjeros, como Descemer Bueno que junto a Haydée Milanés
interpretó el tema “Oshún Kolé”; también está la canción “Oshún” de Adrián
Berazaín, “Canto a Oshún” de Luna Manzanares junto a Telmary; “Oshún”, de
Merceditas Valdés, “Ochún con Changó” de Celia Cruz, “Para Ochún”, del
puertorriqueño Héctor Lavoe, al igual que “Yemayá y Oshún” de la cantante
puertorriqueña La India; entre otros.
La Virgen de la Caridad u Oshún traslucen en
el cubano común la necesidad de creer en la protección divina. La
veneración a estas deidades está vinculada a la historia cubana. La
simpatía hacia ellas también puede explicarse con las acciones políticas que
conducen a la lucha por la independencia. Desde el siglo XVII hay una relación
muy estrecha en el criterio de cubanía, de sentimiento de lo cubano y la
veneración a la Virgen de la Caridad identificada con la Ochún de los yorubas.
Dentro de los propios africanos, quienes como
los españoles tenían distintas procedencias, se reconocen disímiles influencias
religiosas. La Regla de Ocha es lo más extendido, lo que llamamos la santería,
en la cual hay una asimilación, no táctica, sino sincera, por reconocimiento,
por homologación, entre los santos católicos y las divinidades africanas. Así
Santa Bárbara es Changó, Orula es San Francisco, Yemayá Olokun es la virgen de
Regla, y eso es creído y acatado con fe sincera (Leal Spengler, E. en M. Resik,
2014).
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ruido. (Poemario inédito)
Zúñiga Portuondo, O. (2014). La Virgen de la Caridad del Cobre. Símbolo
de cubanía. Santiago de Cuba: Editorial Oriente.
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